Un Viaje a Popayán. Pag.#3.
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El buen humor caucano nace en las tertulias. En Popayán,
prácticamente, se aprende a conversar antes de dar los primeros pasos, pero también se
aprende a cerrar los labios poniendo emes a todas las palabras terminadas en ene.
La necesidad de comunicarse ha desenclaustrado al payanés. La ciudad con los elementos
plásticos necesarios para la introversión es, sin embargo, cordial y receptiva. El
forastero se siente bien allí. La circunstancia de haber mantenido su posición de
prestigioso centro universitario a contribuído decisivamente al contacto del payanés con
sus compatriotas más discímiles y con los extranjeros, dado el caso que estos últimos,
atraídos por la fama de que en Popayán se habla el idioma español más puro de
América, llegan a estudiar a la universidad el idioma español, desde
lugares tan distantes como Japón y Australia y estos junto a los costeños, los
santadereanos , los tolimenses, los bogotanos, los llaneros... han sabido comprender la
cordial severidad y el señorío de la capital caucana. Por su parte el payanés, aunque
no lo parezca es andariego, se adapta muy bien a Bogotá, a Cundinamarca , a Boyacá, y
desde luego a sus vecinos de Nariño, pero no se incomoda en Medellín ni en Bucaramanga ,
ni en Cali, ni en Barranquilla, ni en Miami, ni en Nueva York, mientras tenga oportunidad
de platicar.
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La Ermita |
El payanés nunca deja de serlo. Su segunda ilusión después de
conocer el mundo es regresar a Popayán. La ciudad es para ellos el principio y el fin de
la parábola de sus vidas y vuelven siempre, desde el contraste de otros hábitos, otros
climas, sabores, acentos y aventuras, al simétrico diagrama de su pueblo natal, a
dar la acera a mujeres y personas mayores, a recitar versos, a escuchar música de
cuerdas en reuniones caseras, a saborear los manjares locales y a reunirse una vez más
con los bombilleros, que son los grupos que suelen conversar largamente en las esquinas o
en el parque principal a la luz de las bombillas.
Calle cuarta, o Calle
de los cortejos fúnebres.
Tambien llamada
Calle del Cementerio,
porque era la única
vía que conducía
hasta la última morada..
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1930 (Padre Gómez)
De estas islas de luz zarpan hacia la siempre renovada tradición oral de la ciudad,
los decires, gracejos, apuntes, coplas, apodos y anécdotas.
En alguna tertulia de bombilleros se dijeron coplas como estas:
Cuando el sabio Caldas inventó los fusiles nunca imaginó que fueran tan utiles.
O como esta: arriba en ese árbol alto había un Buho, me subí a cojerlo, pero
no se puo.
Entre las muchas anécdotas de bombilleros algunas atribuídas a Jaime Castrillón ,
intelectual y bohemio que iba regando decires y gracejos por todo el ámbito payanés, se
cuentan las siguientes:
En un café de la ciudad y mientras preparaban a los guitarristas para una serenata,
varios estudiantes se dedicaban a declamar, cuando uno de ellos estaba recitando, La
casada infiel, llega nuestro personaje y al ver que el estudiante lo hacía muy mal, se le
oyó esta exclamación. -Si lo llega a oír García Lo-orca.-
Y ahora esos apodos, esas coplas, esas anécdotas, gracejos, decires, apuntes, van por
los caminos del mundo y hasta pierden su nacionalidad payanesa y su paternidad de
bombillos.
Personajes de Popayán
Este bello árbol, situado
a la entrada de la
Calle de la Piscina,
fue cortado en 1958,
por temor a las
descargas eléctricas. |
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De esos mismos torneos de picardía callejera, o bohemia si se quiere, surgen los
famosos apodos de Popayán que describen con penetrante exactitud, a manera de
caricaturas verbales, el perfil, o la situación del personaje y otras van de
generación en generación, sin que los herederos del sobrenombre precisen muy bien por
qué los llaman así.
Están por ejemplo: Cocofeo, Las fieras, Las fiambres, Las pandeleches, Las canecas,
Los toronjos, Los pachos, Los azotes , Las tostadas, Las chochas, Las lloviznas, Las
peludas, y otros casi onomatopeyicos como El sapo, Chumbulún, Balín, Bimbo blanco,
Ratón de iglesia, Semáforo, Super ratón, Calahuingo, Purina y Matapalo.
Pero, aparte de esa permanente predisposición para la sátira y la sonrisa, el
payanés parece circunspecto y trascendental. Cultiva amores de 7 y 8 años con la suegra
a la vista , acude a su Semana Santa, como si en esos días Popayán se transformara en la
meca de sus creencias y no ocultan, aunque atemperan el orgullo de la estirpe.
Muy politizados no salen sin embargo de los dos partidos patriarcales y cultivan como
rara flor a un comunista único, Alvaro Pío Valencia, hijo de una de las grandes casas de
la hidalgía caucana, un comunista tradicional , con pergaminos y hasta con escudo de
armas.
Por las noches y especialmente los fines de semana, se ven por doquier guitarristas y
estudiantes cantando serenatas cerca de un balcón o una ventana dando vida a su
tradición poética y galante.
LA
SERENATA PAYANESA
Rafael Tobar - Bolero
Serenata que envuelves el
aire
de un raro murmullo,
dulce, embriagador.
Serenata bañada de plata
sabor de esperanza,
de suave licor.
Al decirte cuánto yo te quiero
mi canto te llama, sal a tu
balcón
y regálame el feliz momento
de ver tu belleza adornar mi
canción.
Porque quiero
que sepas, amada,
que en la serenata va mi
corazón,
con ternura a tí yo te canto,
yo, te quiero tánto!
eres tú mi pasión.
Serenata a mi
amor.
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PAYANESITA
Rafael Tobar -Bambuco
Cantando quiero dejarte mi corazón, mi promesa
que solo son una ofrenda de mi amor por tu belleza.
Quiero decirte, mujer, que como tú no hay ninguna
porque tienes el candor de payanesa divina.
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Y al dulce dejo me das, grato calor y esperanza
y tu acento el respirar de mi Valle de Pubenza.
Nó sé que tienen tus ojos, algo quieren expresar,
nó sé qué tiene tu boca, algo la quiere acallar,
mi linda payanesita no me trates de engañar
yo ya te estoy adorando tu me comienzas a amar,
yo ya te estoy adorando, tú me comienzas a amar.
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Periódicas bandadas de caminantes migratorios pasan ahora por Popayán, con
cierta frecuencia, llevando en sus radios la estridencia de la música de rock o de la
salsa, pero la ciudad de los paredones blancos y las puertas claveteadas no se inmuta,
vecina a un bravo volcán, El Puracé, parece estar curada de erupciones.
Los tamales de las Montilla, los helados de Baudilia, el chicharrón de Las
peludas, la tertulia, la música de cuerdas y las serenatas, son ondas
que el payanés difícilmente cambiará por nuevos embelecos, salvo el siempre insólito
de la mujer; el payanés la descubre, la sitúa en el escenario de su atávica manía
poética, la idealiza y quizás por ello prolonga sus noviazgos, no por timidez o
indecisión , sino por regodeo en la situación romántica. Pero ante todo es galante y
cambia cualquier grave compromiso por un instante de conquista amorosa.
Suele referirse en Popayán una anécdota, entre otras muchas
atribuída al maestro Guillemo Valencia. Se encontraba en una reunión y había logrado
avances muy prometedores con una belleza local, era necesario con todo que el
experimentado galán redondeara su estrategia y asegurara la batalla, pero en plena
acción de dialéctica amorosa, lo llamaron para recordarle una cita de carácter
político a la cual se afirmaba era indispensable que Valencia acudiera. El maestro con
toda seriedad dijo mientras miraba rápidamente a la dama.-Si puedo, no voy. Si no puedo,
voy.-
Se quisiera para Popayán el empedrado que tanto embellece a Villa de Leyva y se
mantiene pelea constante con las cuerdas del alumbrado que mancillan los paredones
coloniales. Se sueña con un decreto inapelable que prohibiera los postes y las cuerdas y
de alguna manera devolviera a Popayán sus faroles, se detestan los automóviles y se
piensa en coches tirados por caballos. Se odia el rugido de los aviones.
Se siente con nostalgia el paso del tiempo que nos obligará a dejar, en pocos
días una ciudad en la que sería grato vivir y a la que es necesario conocer puerta por
puerta y balcón por balcón, porque ya quedan muy pocas como ella en América.
Y en Colombia, excepto Villa de Leyva , Girón y un sector de Cartagena, ya no hay más
Popayanes.
Créditos: Alfonso Martinez, Antonio Cruz Cárdenas, Rafael
Tobar
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